29 de noviembre de 2013

Agua helada


-¡Quema, quema, quema!
- No puede quemar tanto –dijiste entrando en la bañera-. Está perfecta, en ese punto que llega a helar la piel.

Y puede que fuera verdad, que el agua en realidad no llegara a arder, pero el vapor se disolvía entre nosotros creando olas de papel. Que el vacío no fuera más que el espacio que quedaba entre tu cuerpo y el mío, porque a veces no nos damos cuenta de que el espacio depende del tiempo y su dogmática incongruencia. Todo depende del tiempo, fue lo único bueno que saqué de la estúpida física y su maldita cordura. Y tiempo, el tiempo, el paso del tiempo, palabra mal sonante a voces pernoctas. Que hace daño solo con olerse, con saberse, con solo verte.

Siempre fui una cobarde en estas cosas, mi humanidad decrece como el aire desnudado que dejamos con el vaho. Menos porqués y más dejarse hacer, o hacer que te dejen y tú pierdas el tren. Que las metáforas están muy fuera de lugar para nosotros, que fuimos más pájaros, más babel, más dejarnos querer y al resto que le den.

Aún no sé por qué te escribo, solo sé que a veces dejo que el agua me queme la piel y me río. Me río porque una vez me dejé hacer estando contigo.  

18 de noviembre de 2013

Si lo llego a saber te beso al despedirnos.


Alice

Porque un puente no se sostiene de un solo lado.

Y nosotros sostuvimos cada lado del puente independientes, a lo mejor ese fue el fallo. Que fue amor revólver. Aunque mentiría si dijera que fue el único.

También conocí amores canción, de esos que te llevan a la cama y al terminar te cantan. Amor noche,  que desaparecen cuando llega la mañana, a pesar de haberte dicho que te quedaras a su lado cuando estabas acostada. Amor color, que no sabes muy bien cuándo acabas tu o dónde empieza ella. Y amor babel, aquel que destroza tu vida en cuanto la pisa.


Pero no quiero temerle más, no quiero tener que vivirte sin vivir. No quiero ser tan Roxanne, tan “me olvidé de ti” pero “ya no”, tan “no me acuerdo de lo que escribí”, tan Nana y tan Maga. A dejarme sentir, a vivir sin el miedo a vivir, a irme lejos sin dejar de quedarme aquí, que me digan: “Señorita, va usted demasiado deprisa” y yo piense que es porque preferí echar a correr en una autopista. Y romperme a reír, y a llorar si quiero también, que una vez leí que valía la pena romperse si era por esas dos cosas. Romper a reír y luego a llorar. O al revés, o al verse. Romper a llorar y luego a reír. A no dejar de sentir… 

Los ríos de Alice - Vetusta Morla