25 de octubre de 2014

Detrás de mí

Tras de mí dejé una espalda, o quizá un rostro y unas manos y unos brazos. Quizá un nombre, o tal vez unos cuantos. No lo sé, él siempre tuvo varios. También dejé innumerables páginas sin nombre de autor, que con el Ballantines siempre me duele la cabeza y me olvido de escribir decentemente. Entonces es cuando escribo la palabra follar sin avergonzarme, o que aquellos ahora desconocidos comenzaron a ve(r)sarse, porque nunca se besaron sinceramente. Ellos solo se miraron como quien mira la flor que nació en medio del asfalto de la A-92.

Pero hoy no, hoy dejé atrás todos esos recuerdos. Por dejar he dejado hasta las sábanas de cuyo hombre no quiero acordarme. O la línea, la página y el autor que una vez me enamoró, que proceso hermoso solo fue mientras duró. Que ya lo gritó Lotte en su día, y de la nada ¡Klopstock! Y es que no, cariño, no. Que el whisky bebido hace horas con las amigas de mi hermana en el salón empieza a darme vueltas y vueltas y al final quien acaba mareada soy yo. Que para decir tres verdades primero me tengo que perder en el callejón. Sin salida. Y después, una vez me encuentres así, toda hecha una guirnalda o una margarita me tienes que desnudar, poco a poco, que sino los dedos se te lían en las cuerdas y más liada me quedo yo. Ahora solo queda decirte las verdades antes de que se nos haga tarde . Porque el amor, esa palabra…


Von – Sigur Rós

15 de octubre de 2014

Marido de cama

Hace meses que no sé nada de aquella que fue musa durante años. Aún hoy sigo sin entender por qué vuelves a aparecer por mi mente a estas horas tan tardes, pero lo importante es que una parte tuya volvió a mí.

–A veces no llego a comprender cómo soportas ser como eres. Siempre tan desastre. Siempre tan de dormir con cualquiera sin que te importe.

-No es cuestión de importancia o que sea una cosa u otra -formulaste con tu respiración a tres milímetros de mí.

-¿Qué es entonces?

-Supongo que la hipocresía del mundo –dijiste con una sensatez hasta entonces desconocida-. O supongo que no tengo los complejos que tiene la gente para hacer ese tipo de cosas. Ya sabes, todos muy de “vive la vida” y luego no son capaces ni de salir de sus casas para soltar cuatro frases de verdad. Pues lo mismo en el amor. Es todo una falsa, un teatro creado a base de poesía barata y estereotipos que nos vende la televisión.

- Ya… está todo muy prefabricado.

- Exacto. Si te digo la verdad, yo creo que si me caso será en una cama. No, no me refiero a casarme con la cama como dicen todos los gilipollas en rebaño, me refiero a casarme en la cama. Imagínatelo, sería la cosa más maravillosa del mundo.

-Explícate, mi cabeza no está para muchas metáforas a estas horas.

- No hablo de metáforas baka, te estoy hablando en serio. No, no te rías. Piénsalo. Yo creo que la gente solo es sincera cuando está tendida en la cama, de verdad. A lo mejor es porque en el colchón descansa nuestro cuerpo y en la almohada las esperanzas, no sé. Quizás sea porque con las sábanas todos nos sentimos más protegidos del mundo y cuando estamos con el pijama puesto nos creemos más capaces de hacer que los sueños come true. Ya sabes de lo que hablo. La gente dice que es al revés, que es en las camas donde más se miente: “no pares”, “te quiero más que a nadie”, “mañana se hablará” y al final nunca se habla nada, o lo mismo “que no pasa nada, que con condón no se siente nada”. Y nada, supongo que llevarán razón, pero yo quiero creer que no. Que casarme en una cama es lo mejor. Ser marido y mujer de cama. Luego por la casa ni te miro ni me visto, ¿para qué? Y así todas las noches serían nuestra luna de miel. Todas salvo el domingo. El domingo queda excluso. El domingo le obligaría a hacer la vida en la cama. Como lo oyes, comer y beber, escribir y leer, besarnos e ignorarnos, todo en una plataforma de ciento sesenta por doscientos comprada en el IKEA con unas mantas de los chinos. Y lo bonitas y naturales que quedarían las fotos de la boda, los dos desnudos, sin nada puesto porque vestirnos de traje sería muy cliché. Lo mejor de todo es que solo tendríamos que sernos fieles en la cama, y claro, fuera de ella la cosa cambia. Podrías tener cien mil amantes que no pasaría nada. Y me los podría follar a todos en la cocina, en el sofá, por las esquinas. Pero en la cama no. La cama ni mirarla, ni pensarla, ni imaginarla. La cama es sagrada. Eso sí que sería vida.

-Ahora estamos en una cama.

Ella asintió.

-¿Quieres ser mi mujer de cama esta noche?

Y ella aceptó.



Tell me if you wanna go home - Keira Knightley

7 de octubre de 2014

La puerta al final resultó girar

Hoy un viejo conocido me dijo que tu vida se resumía en una simple metáfora. Sí, sí, como lo oyes. 

Me dijo que eras un turista indeciso atrapado en unas puertas giratorias típicas de un gran hotel de lujo. El problema es que no sabías salir de ahí y no hacías otra cosa más que girar y girar y girar. Ayer estuviste dentro, mañana estarás fuera. Dentro, fuera. Dentro, fuera. El problema es que nunca llegas a estar del todo dentro, ni del todo fuera, y así te va, o así nos va. Que el pobre hotel se hace viejo y tú al final acabas mareado de tanto girar.

A estas alturas hay que saber entrar, o saber salir del todo. Pero no me sigas haciendo esto.


Puta vida - Supersubmarina

5 de octubre de 2014

Ojitos negros

Mírale ahí, con su carita de “solo pienso ir si me das algo que comer y al resto que le den”. Te lo digo y no me lo pienso.

- Sí, sí, está mejor ese.

Hay veces que una dice las cosas sin pensar, como si tuviera el piloto automático encendido y en su cabeza se van alternando las imágenes una tras otra, con pausas de tres segundos creo. Y la felicidad me parece recordar que dijeron también que solo duraba tres segundos y un suspiro, ¿o era lo que se tarda en coger el segundo tren? Porque en el primero solo hay miedos o esperanzas, o ambos y algo que en el fondo nos falta. Llámalo como quieras, como algo que empieza con la c, no sé.


El caso es que él estaba ahí sentado con cara dormilona y yo sin saber qué hacer. Que es pensar que ya mismo las hojas caducas van cayendo y soy yo la caigo en este infierno, porque ¿Qué será de mí sin tener a nadie que pasear en tardes crepusculares cuando el sol tiñe todo de canela y chocolate? Es así, en este pueblo escaleno llega octubre y solo puedes decir que se huele a amarillos, rojos e incluso a rosas purpúreos a medida que la noche va entrando. Que baja el sol y las ramas danzan al son del viento. Pero ya no, ya no habrás más tardes crepusculares ni vientos que nos alcancen. Solo quedará un recuerdo diminuto para todo el mundo y enorme para el resto, que papá dijo que ya mismo llega la navidad y ahí son todo alegrías y festejos,  y que lo que haya pasado hasta entonces quedará muy lejos y poco a poco casi ni lo recordaremos. 


Two trees - Ludovico Einaudi