Es la rabia y la
desgana contenida la que desborda bordes infinitos. Son los quizás y la nada
del final. Son voces mudas y yo sorda de escucharlos volver a venir. Venir para
quedarse estáticos, y yo dinámica nocturna insomne como tantas otras veces.
Mientras mírales, todos ellos con su final y sus perdices. Yo, aquí sola subiéndome
por los muebles cual nómada feliz. Pero de feliz nada, eso déjaselo a ellos que
yo estaré bien en cuanto vuelva a dormir.
Tú mantenme
callada y habladora a la vez. No sea que se me vuelva a escapar el alma por los
labios y yo la muerda con los dientes para no dejarla ir. Entonces ya me dirás
qué clase de médico arregla almas rotas por mordiscos venideros con esta lluvia
de acero. Que nunca me fie mucho de las ambulancias sin alarma en las avenidas
corriendo aprisa. Y así, una y otra vez, dando vueltas y vueltas en el mismo
carrusel con tráfico de almas me voy dando cuenta de que las mejores son las
amalgamas. Esas que están hechas a partir de pedacitos de ti y de mí.