Y este año el cometa Halley no ha
pasado.
Sí, ese del que hacen mofas todos
los años al llegar el Jueves Santo.
Este año pasé de la Navidad a
abril sin tener que rogárselo al tiempo del pasado.
El caso es que tras este periodo
de auto-rechazo a salir de la jaula
aprendí que por perder el Norte,
no tengo que naufragar a brazos de extraños.
Así que tras muchos chascos,
entendí que sí
“que si no hay mago no hay magia”,
por lo que me puse a buscar a
magos e ilusionistas por las calles de la ciudad.
Tras la primera decena desechada
tuve que cruzar de acera para ver
si el problema venía de allí o en
realidad
el problema era yo.
Y entonces, de la nada, quizá no
fuera el mago 32,
pero me ha hecho olvidar todo ese
inventario
de momentos que guardo desde hace
años.
He dejado versos inconexos por no
encontrar
las palabras que describan cómo
me he dejado llevar
por sus manos.
Y me han vuelto a nacer hormigas
y flores del pecho,
sólo por rozar sus labios.
Y pensar que sólo tuve que
pararme a mirar un poco
en sus ojos castaños.
Los males pasajeros – Love of Lesbian
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