y lo único que me encuentro deshumanizado soy yo.
Estoy tan fuera de
mí que a veces me observo desde arriba,
como si fuera sólo un ente y no tuviera cuerpo.
Me toco intentando
reconocer algún músculo o hueso,
y apenas recuerdo la
cantidad de costillas
que se unen al
esternón.
Las rodillas me
crujen si las muevo, y las manos,
las manos se me
agarrotan entre el frío y el barro,
y paso más tiempo
con ellas bajo el agua,
que dejándolas
flotar en el espacio.
Entonces, los gritos
en el taller por no saber
que hay que esperar
que se formen islas,
que la mano no se
mete en el cubo
hasta que la
escayola se fragüe,
que el molde se
tiene que sumergir en agua
para luego lavarlo
con jabón y con aceite.
Entonces, el papel
que hay que frotarlo muy lentamente
para que salga bien
y la tinta se quede.
Entonces, la tinta
en la tabla y la cola aguada,
el pigmento espesado
y yo con más interrogantes
que respuestas.
Entonces, que
alguien (que no sea Ortega, por favor)
me pellizque y me
explique, si la deshumanización del arte
tenía que ver con
todo esto,
o si la única
deshumanizada
soy yo.
Undir - Ólafur Arnalds
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