Hace ya un tiempo que me encuentro vacilando
entre las palabras sucias y ordenadas que ofrece la prosa.
Antes, para mí,
la inmediatez de la poesía lo era todo.
Por eso, la lectura de esos poetas-que-escriben-como-si-fuera-prosa,
se me hacen tan pesados como el mundo.
En la poesía,
la palabra es bala
o no es nada.
Al sur del Edén
28 de junio de 2020
27 de mayo de 2020
807km
– ¡Yo ya
superé mis sentimientos por ti hace mucho tiempo!
– ¡Pues
yo aún no he podido superarte!
Después de
tal sentencia lo único que se oyó fue nuestro silencio durante
varios segundos.
Entonces me
di cuenta que su B. era la única B. que podría existir jamás
dentro de mi abecedario particular.
Que si no
era con ella, no sería con ninguna de las otras letras consecutivas.
Y si no, ahora me
iba a tocar a mí buscar toda la cinta de carrocero que
necesitara para arreglar este desastre.
13 de mayo de 2020
Doppelgänger
Toc, toc.
Algo toca
mi cabeza, pero no sé qué o quién es.
Toc, toc.
Abro la
puerta y apareces tú.
– Pasa,
hace tiempo que te esperaba.
Helena entra y como si andara por su casa, se desploma sobre el sofá.
– Ponte
cómoda, ¿quieres tomar algo? ¿Un café, un té? –le pregunto con
un deje algo sarcástico, recordando los muchos cafés que solíamos
tomar en bares mucho antes de que todo esto explotara.
– No hace
falta, aunque un cenicero vendría bien.
Torno los
ojos en blanco y voy a por él. Helena ya se está encendiendo un
cigarrillo cuando vuelvo cenicero en mano y tomo asiento frente a ella.
Deja el mechero encima de la mesa, y suelta una bocanada de humo a la
vez que me mira con ojos inquisitivos.
– Bueno,
¿quién empieza? – comento tras varios segundos en silencio.
– No sé,
dímelo tú, eres quien me ha llamado –una sonrisa sarcástica
ilumina su rostro.
Quise
replicarla, pero sus muecas y sus palabras no hacían más que
incrementar mi sentimiento de incomodidad. Trato de recordar en qué
momento había tratado de ponerme en contacto con ella, pero no
recuerdo ningún mensaje, llamada o correo. Ahora soy yo quien la
mira con aire interrogativo.
– Ambas llevamos años posponiendo esta
conversación. –dijo tras llevarse el cigarrillo a los labios–.
Cuanto antes sueltes todo, mejor. Las dos sabemos que F. ha sido la
excusa de que hayas querido enfrentarme al fin.
De repente
todo cobra sentido. Su figura se desdibujaba a ratos, mostrando
líneas o planos allí donde debería haber piel y carne.
– Tú no
eres real –consigo pronunciar al fin.
– Claro
que soy real –Helena da una estrepitosa carcajada–. Ese es el
problema, que soy tan real como tú, con tus mismos sentimientos,
miedos y desgracias, y eso es lo que te molesta de mí. Que soy real
y encima no te tengo miedo. ¿Cuándo piensas reconocer que de las
dos, es a ti a quien le molesta mi presencia?
Refunfuño
palabras indescriptibles incluso para mí misma, y me dispongo a
copiarla y encenderme otro cigarro, porque preveo que la conversación
va a dar de sí.
– Te equivocas –digo al fin tras inspirar una larga calada–. El
problema aquí es que siempre has sido la parte que más odio de mí: El vacío, los ligues baratos de tres al cuarto, el no encajar en
ningún lado, la soledad de un cuerpo acostumbrado a
la herida en definitiva, como diría Sastre, aunque por supuesto que no
sabrás quién es. No me mires con esos ojos, a estas alturas ya
deberías reconocer que eres una completa ignorante. Piensas que
sabes mucho de la vida y lo cierto es que no, que por haberte ido
durante una temporada a una isla para saber lo que es ganarse la vida
no aprendes nada, ni siquiera el idioma. No, no me vengas con cuentos, Caperucita, el
mallorquín no es un idioma al igual que tampoco lo es el inglés a
día de hoy. ¿Y qué me
dices de las amistades? “Helena se junta con todo el mundo, pero no
es amiga de nadie. Ella se cree que sí, pero no.” Dicho y afirmado
por alguien que consideras amigo. ¿Te crees que no lo sé? Por
supuesto que sé que esa frase también se traslada a mí al momento
de pronunciarla en alto ipso facto. Es lo que tiene cargar con un
doppelgänger vivito y coleando, que o bien pasas de él o bien lo
acabas odiando. Y encima tienes la desfachatez de circular alrededor
de mí cual satélite, bien podrías haberte ido más lejos, o
quedarte allí durante más tiempo, pero no, tú no. Tú tenías que
volver para quedarte. Quedarte y encima acercarte a mis seres queridos
y hacerlos tuyos, algo así como yo hice contigo, ¿no? Tenías que
devolvérmela, hacerme sentir lo que tú sentiste cuando me follé a
tu ex, arrebatarme a amigos cercanos de los que ya no quedan ni
rastro. Que sí, que ya sé que yo hice eso mismo contigo en el
pasado, que no paré hasta alejarlos a todos y cada uno de ellos de ti, y ¿qué
esperabas? Estamos cortadas por la misma tijera. Lo gracioso es que
en esta guerra, la cuenta de los ganadores y perdedores la olvidamos
hace tiempo. Aquí las únicas que hemos salido perdiendo somos nosotras dos.
Para cuando
vuelvo en mí, el cigarro está casi acabado. Helena comienza a dar una
palmada, luego dos y prosigue hasta convertir sus palmadas en un coro
de aplausos. Una luz me ciega y de repente las paredes se vuelven
cortinas y éstas caen hasta el suelo y más abajo. La función ha
terminado, pero Helena sigue sonriendo frente a mí.
– Muy
bien. Por fin empezamos a hablar claro.
14 de noviembre de 2019
Deshumanización
Ortega habla que el
nuevo arte está deshumanizado,
Undir - Ólafur Arnalds
y lo único que me encuentro deshumanizado soy yo.
Estoy tan fuera de
mí que a veces me observo desde arriba,
como si fuera sólo un ente y no tuviera cuerpo.
Me toco intentando
reconocer algún músculo o hueso,
y apenas recuerdo la
cantidad de costillas
que se unen al
esternón.
Las rodillas me
crujen si las muevo, y las manos,
las manos se me
agarrotan entre el frío y el barro,
y paso más tiempo
con ellas bajo el agua,
que dejándolas
flotar en el espacio.
Entonces, los gritos
en el taller por no saber
que hay que esperar
que se formen islas,
que la mano no se
mete en el cubo
hasta que la
escayola se fragüe,
que el molde se
tiene que sumergir en agua
para luego lavarlo
con jabón y con aceite.
Entonces, el papel
que hay que frotarlo muy lentamente
para que salga bien
y la tinta se quede.
Entonces, la tinta
en la tabla y la cola aguada,
el pigmento espesado
y yo con más interrogantes
que respuestas.
Entonces, que
alguien (que no sea Ortega, por favor)
me pellizque y me
explique, si la deshumanización del arte
tenía que ver con
todo esto,
o si la única
deshumanizada
soy yo.
Undir - Ólafur Arnalds
8 de octubre de 2019
Ubicación
Siempre he sido de
las que ahogan,
no de las que se
dejan ahogar.
Y esta ciudad está
tan sucia, tan
contaminada, que a
veces creo
que podría llegar a
acabar conmigo.
Luego vienen, las
olas de alquitrán, y
el polen se me mete
en las pestañas,
haciendo que mis
ojos se vuelvan rojos.
Abajo en la calle, únicamente
se escuchan a
borrachos, y aquí arriba
estamos tan lejanos
que parece que no
nos llega el frío
de las negras avenidas.
A las luces se las
ve temblar a lo lejos,
y desde que llegué
a esta nueva casa, sólo
me he sentido
abandonada
una vez.
Después, una se
acostumbra a la dependencia
tan fácilmente como
a la heroína.
Y no quiero caer en
esa trampa,
otra vez.
Ya nadie se para a
mirar los mapas cuando se pierde,
o a sentarse en los
bancos cuando el agotamiento les cierne.
Ya nadie se inclina
ante una flor en los parques, y se toma
su tiempo para hacer
la fotografía perfecta.
Ya nadie se mira a
los ojos, no sea
que por error la
otra persona les defraude.
19 de septiembre de 2019
Hambre
¿Se puede definir a
una persona por lo que no es?
Su vacío, su
otredad, su no-ser,
“allí donde no
hay nada, imploro que exista algo”
El Hambre, con
mayúsculas, del que hablaba Nothomb.
Y luego, los
abortos, las continuas reglas que no paran de
repetirse haciendo
eco de aquello que no es.
No eres rojo pasión,
rojo
comunista, roja
de vergüenza,
roja
rota goteando en los
labios
menores mientras la
porcelana blanca del baño te demuestra
que sí lo eres,
que sí eres
roja y burdeos y
bermellón y a veces
hasta vino y carmín.
Si yo no soy
pintora, por qué
este cromatismo
llevado al extremo,
la alabanza a Freud.
A cuento de qué
la finura marmólea
sobre el papel,
la tinta
encasillada, los astros
en forma de
puntillada.
Por qué
el barro no se
desdobla si no es
a base de dedos,
agua y hierro.
Por qué
el carbón no se
hace trizas a menos
que unas manos lo
froten con fuerza
sobre el papel gris.
Porque
para construir,
primero
hay que destruir.
Interlude - The Blace
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