Créeme que tú nunca le conocerás
como yo le conozco a él. Y es que cada vez que hablo con ella se me viene el
mundo a los pies, y desorientada ya no sé qué dirección es el sur y cual el
norte, lo mismo me quede estancada en el estanque. Lo malo es que yo observo,
y miro, y ando atenta a las palabras de los
demás, como si fueran la única medicina que me mantiene con vida, cuando mi
vida es más tuya que mía y ya no estás tú. Entonces yo vuelvo a repetirme lo de
tantas veces. Pero ya no sirve, o eso creo, ya no hay más porvenir del que está
en juego. Ya no hay paso hacia adelante o atrás, ya no hay vals. Ya no hay
abismos del que caer estando en sueño, porque no se cae sino estas dentro. Y
hoy alguien me dijo: “Quien lo iba a decir, Nana enamorada y pensando en el amor”,
y yo dije “No es amor, era algo más que eso, era como estar en un sueño”
Porque tú te convertiste
en sueño, y créeme si digo que no hay noche en la no te vea dentro. Entonces no
se distinguir ficción de realidad, porque en ambos estas como ausente, como
convertido en otra especie, como vuelta a empezar pero nunca empieza, y yo
siempre ando huyendo por si no llega a haber una tercera. Pero ya lo dijiste tú,
no es que no haya una tercera, es que ya iba por la octava y la novena, y contra
eso, mi amor, o simplemente mí y de ahí paso al yo, porque tú eras capaz de
sacar mi verdadero yo mejor que nadie, aquel que parece que no existe y apenas
sale. Aunque siempre que estabas tú salía, y con valentía e incluso confianza
en las últimas semanas, como aquella tarde de domingo cuando se nos hizo tarde
y tu siquiera rozabas. Rozabas el sueño, me refiero, porque de realidad ya
estábamos muy llenos. Malditas horas que pasaban por mi dedos como arena, si lo llego a
saber nunca le doy la vuelta al reloj de arena.
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