Donde forman un telar que han tejido eternamente Aracne y Atenea.
Todo empieza en este cuarto, que cambió una pared por un manantial breve y fugaz.
Es en este ahora cuando huyen de sus nichos las luciérnagas.
Las que eran guardianas de este sueño.
Pero ahora, vagan extraviadas.
Han dejado una estela que invita encontrarlas.
A buscar el error en cada intersección.
A recomponer la colección de medallas y arañazos.
Han dejado un zumbido que nos guía y que nos susurra:
Ábrelos, ábrelos despacio, di ¿qué ves? Dime qué ves, si hay algo.
Vetusta Morla
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