Tras de mí dejé
una espalda, o quizá un rostro y unas manos y unos brazos. Quizá un nombre, o tal
vez unos cuantos. No lo sé, él siempre tuvo varios. También dejé innumerables páginas
sin nombre de autor, que con el Ballantines
siempre me duele la cabeza y me olvido de escribir decentemente. Entonces
es cuando escribo la palabra follar sin
avergonzarme, o que aquellos ahora desconocidos comenzaron a ve(r)sarse, porque nunca se
besaron sinceramente. Ellos solo se miraron como quien mira la flor que nació
en medio del asfalto de la A-92.
Pero hoy no, hoy
dejé atrás todos esos recuerdos. Por dejar he dejado hasta las sábanas de cuyo
hombre no quiero acordarme. O la línea, la página y el autor que una vez me
enamoró, que proceso hermoso solo fue mientras duró. Que ya lo gritó Lotte en
su día, y de la nada ¡Klopstock! Y es que no, cariño,
no. Que el whisky bebido hace horas con las amigas de mi hermana en el salón
empieza a darme vueltas y vueltas y al final quien acaba mareada soy yo. Que
para decir tres verdades primero me tengo que perder en el callejón. Sin
salida. Y después, una vez me encuentres así, toda hecha una guirnalda o una
margarita me tienes que desnudar, poco a poco, que sino los dedos se te lían en
las cuerdas y más liada me quedo yo. Ahora solo queda decirte las verdades antes de que se nos haga tarde . Porque el amor, esa palabra…
Von – Sigur Rós
Por favor, cari, no dejes de escribir nunca. No te digo nada más que luego me llaman exagerado o qué sé yo.
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