Mírale ahí, con
su carita de “solo pienso ir si me das algo que comer y al resto que le den”.
Te lo digo y no me lo pienso.
- Sí, sí, está
mejor ese.
Hay veces que una
dice las cosas sin pensar, como si tuviera el piloto automático encendido y en
su cabeza se van alternando las imágenes una tras otra, con pausas de tres
segundos creo. Y la felicidad me parece recordar que dijeron también que solo
duraba tres segundos y un suspiro, ¿o era lo que se tarda en coger el segundo
tren? Porque en el primero solo hay miedos o esperanzas, o ambos y algo que
en el fondo nos falta. Llámalo como quieras, como algo que empieza con la c, no
sé.
El caso es que él
estaba ahí sentado con cara dormilona y yo sin saber qué hacer. Que es pensar
que ya mismo las hojas caducas van cayendo y soy yo la caigo en este infierno,
porque ¿Qué será de mí sin tener a nadie que pasear en tardes crepusculares
cuando el sol tiñe todo de canela y chocolate? Es así, en este pueblo escaleno
llega octubre y solo puedes decir que se huele a amarillos, rojos e incluso a
rosas purpúreos a medida que la noche va entrando. Que baja el sol y las ramas danzan al son
del viento. Pero ya no, ya no habrás más tardes crepusculares ni vientos que
nos alcancen. Solo quedará un recuerdo diminuto para todo el mundo y
enorme para el resto, que papá dijo que ya mismo llega la navidad y ahí son todo
alegrías y festejos, y que lo que
haya pasado hasta entonces quedará muy lejos y poco a poco casi ni lo
recordaremos.
Two trees - Ludovico Einaudi
Precioso
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