Es como si te encerrasen en una jaula y no puedas salir.
Pero esta jaula eres tú misma y por mucho que corras, por muchos golpes que te
des, solo consigues que todo se encoja más.
Unas simples frases, dos o tres, no pido más, y puede que
así consiga deshacerme de estas cadenas inanes. Pero no me llegan esas frases,
ni esos momentos, no me llegan esas conmociones que hacían que me echase a
temblar. Ahora solo me quedo con lo acostumbrado y por más que quiera, por más
que busque y rebusque, solo las memorias de algún poeta extraño y las sonatas
fantasma me hacen palpitar.
¿Dónde quedó aquel polvo lunar? Ya siquiera recuerdo cómo se
bailaba el vals. Lo mismo ya no hay ninguna brecha de luz en la que bailar, que
todo volvió a quedar estancado en el manantial. Una vez reunidos los pedazos
queda poco con lo que jugar. Porque el problema del tetris está en nuestra
cabeza y no en nuestras manos. Pero lo repito, a lo mejor el problema soy yo,
que no sé cómo comportarme si no hay días malos, o días raros, porque los
buenos nunca me gustaron. Me gusta abrir regalos y saber que una vez abiertos,
el celofán siempre se arrugará.
Un desorden milimétrico me acercó a ese lugar, y sé que fui
tu cuchillo y presa a la par. Pero si no rompía ese silencio, sabía que iba a
explotar. Tal vez el problema es ese, que de tantos duelos, lo confundí con mi
hogar.
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