Comencemos recordando lo que en su día fue olvidado, o simplemente
ignorado.
Empecemos por el principio. Un principio creado a base de
promesas que al final se hacen realidad. Todo está en su sitio, lo hemos
logrado, ¿cierto?
También recuerdo muchos paseos fríos. No fríos porque
hubiese viento o lluvia, sino que se palpaba esa distancia, esas discusiones
ajenas, ese desazón en cada uno de nosotros. Muchos meses de encerramientos, lágrimas,
gritos a kilómetros y reuniones para acabar destrozándonos lo poco que nos
quedaba.
Y volvió la primavera, con sus perfumes nuevos, y pérdidas y
encuentros. A cada hora que pasaba menos esperanza me quedaba. También recuerdo
al hombre y El Jefe, cuánta calidez en un mismo ambiente. Alegría a ratos, y un
disco rallado que repetía la misma canción que hacía ya un año, el fantasma aún
sigue vagando.
Seguíamos los acercamientos y alejamientos ya entrado el
verano. Con mi Hachi querida sucedió algo extraño; tal vez fue la aspereza del
momento, que entre conocidos y extraños nos acabamos alejando. Poco a poco
intentábamos arreglarlo, pero creo que ninguno se esperaba ese vals
contorsionado entre oscuridad y estrellas el día de su cumpleaños. El efímero
sueño duró lo mismo que mi parpadeo al despertar, un segundo, dos madrugadas
perdidas entre abrazos. Y el ocaso llegaba a su fin para dar una nueva entrada
a la vida.
Con la brisa del otoño grisáceo me encontré perdida entre
caras desconocidas. Un teatro a mi medida para actuar sin premisa. Cuánto daño
causado e ignorado ya, esas manecillas nunca paran y me seguían dejando rota el
alma. Respiraba, y gritaba, y moría, y volvía a renacer, y escuchaba y te
dejaste ver. Te dejaste ver, y oír, y hablar, y leer, y atónita de mi con miedo
entre las venas. Aún sigo sin querer dejarte perder. Con muchos silencios
hablados y leídos esta vez no quiero dejarlo pasar. Esta vez quiero creer que
el lazo no se romperá y retrocederemos un paso, para luego avanzar otros dos.
Año nuevo – Vetusta Morla