21 de noviembre de 2015

Ya nos veremos por allá

Ya me he comido las orejas. Me faltan la cabeza y las piernas. Papá viene ahora preguntándome que por qué no he ido a Madrid, si ya no tenía nada que perder. He puesto la excusa barata (y cara) de que me iría a Roma cuando se acercara a abril, así que estaba sin pasta. El avión parte de Madrid, así que ya me echaré a llover cuando ponga el primer pie en Atocha al salir del tren.

Ahora he vuelto a escuchar acordes de una tal Alice y unos ríos que no sé de dónde vienen. Pero los aplausos y gritos y todo ese pum pum que antes eran latidos de corazón a ritmo de tambor han desaparecido y no sé por dónde se han ido. Ya me he comido los ojos y voy camino de la nariz. Qué macabro suena todo por escrito.

A veces me da la sensación de que por muchos trenes que coja. Por muchos aviones y horas en coche, sigo pegada a esa piedra de ese semi-techo tan alto. No me puedo mover de ahí. Por eso voy a volver a rizarme el pelo. Necesito cambios. Necesito nuevos aires. Necesito que alguien me enseñe a andar en vez de echar a correr a la mínima de alcance. El conejito ya se ha quedado sin cabeza.

Voy camino directo a comerme sus brazos y piernas. “- No. Has entendido mal. Quiero que dejes a tu Dick, que no es más que un incidente, que dejes este horrible agujero, que te vengas a vivir conmigo, que mueras conmigo, que lo hagas todo conmigo.”- dice desde algún rincón un Humbert Humbert lunáticamente desesperado mientras escucho cómo suena la canción que pide que vayas en busca de baldosas amarillas. Yo seguiré aquí recorriendo de memoria todo este guion. Las olas de Virginia Wolf embisten una y otra vez desde la mesita de noche hasta los bordes de esta cama. Pero no puedo escuchar nada. No puedo leer nada desde que no me hablas. Me he quedado ciega en un mundo donde se habla en lenguaje de signos. Y ahora todo es signo menos. 

El chocolate desapareció, en conjunto con el conejito y sus brazos y piernas y nariz y ojos y orejas. Me he quedado con el palo que lo sujetaba en la mano. Me pregunto si eso será lo que estará en el interior de cada uno de nosotros: Un palito de plástico que nos sujeta y nos hace quedar rectos aún cuando nos siguen despedazando.


15151 /Profetas de la mañana/Puntos suspensivos – Vetusta Morla

1 de noviembre de 2015

Merak

Quiero romperlo todo y romperte a ti. Romperte a ti como tú hiciste conmigo, porque aquí no hay amanecer si no es en tu cama. Aquí solo hay oscuridad y hasta las luciérnagas se perdieron y tuvieron su derrota. Aquí solo hay atardeceres eternos y noches inmortales al tiempo, distancia y velocidad. Aquí ni hay guerra ni hay paz. Aquí solo quedan vacíos que me dejó toda la incertidumbre vivida durante años rotos y que tú, falso ladrón, falso raptor de princesas y héroe, no pudo controlar y te fuiste de mis manos.

Ahora que estamos más viejos. Más cansados. Ahora que somos menos tú y menos yo. Ahora que ni siquiera nos echamos de menos porque no hay sitio para los dos, sólo nos queda mirarnos a distancia, si es que eso dejó de existir entre nosotros alguna vez. Ahora estoy solo yo, que ya no sé ni escribir desde que te fuiste y me dejaste sin corazón para latir. Ese uno, dos, tres. Bum bum. Cuatro cinco seis. Tap Tap. Se perdió con mis pasos asimétricos en aquel lugar. Ya no hay puente, ni hay río, ni mezquita, ni cama que nos una en estos valles llenos de nieve. Ahora esas pavesas son todo escarcha y frío, a lo mejor como yo ahora mismo. A lo mejor como tú estarás de aquí a algún tiempo.  

Escríbeme una frase o dos. Sólo eso. Sólo para poder seguir viviendo.