29 de noviembre de 2016

Black and White

"Vente que te echo de menos.
Hace mucho que no te veo
Y me pica tu ausencia."

Tras eso me llamaste por mi nombre
haciendo que la primera vocal
se repitiera unas siete veces más.

Hay cosas que se dicen sin pensar
y que, con el tiempo, te vuelven loca.
Esas frases supusieron un antes y un después
en ese espectro ansioso de rabia y de ganas
que nos teníamos en aquellos días grises,
o mal iluminados por una portada de luces
que casi nos deja ciegos y destartalados.

Pero qué le vamos a hacer al tiempo pasado, ese
en el que cada uno de nosotros supo encontrar
el equilibrio en noches cercanas al alba.
Y otros días que pasaban como si diluviara en casa.

Siempre quedaran esos recuerdos
en azoteas alejadas,
de manos pulcras y sabias,
de idiomas nostálgicos y
alguna que otra lágrima.

De días que pasaron como si fueran años.
Y años, que quedaran guardados
en el cesto de nuestra historia,
que no es otra que esta,
que de a veces se nos pierde y nunca evoca.

Esa historia, que hemos dado tanto de lado,
que acabamos por dejarlo todo estancado
en conversaciones de idiotas
que nunca llegaron a decirse
todo aquello que pudieron haber sido
y que con el tiempo, no espero que seamos.

Porque me atraes a ti,
como ese rayo a ese árbol,
como la oscuridad a la Giralda,
como esas flores que ella me puso
aquella noche de ríos sin agua.

1 de noviembre de 2016

La Danseuse


A ella la conocí cuando estaba llegando a su final.
Y yo, ni siquiera me acercaba al principio.
Ella era todo aquello que siempre quise ser e incluso quizá, un poco más.
Yo, por aquel entonces, me sentía más bala que perdida.
Ella había buceado hasta el fondo de su ser y del mío en los días fríos.
Yo estaba comenzando a conocer a todos los personajes que llegaría a interpretar.
Ella era el movimiento en la amalgama de cuerpos en garitos poco transitados.
Yo, la música que escuchaba al llegar a casa tras pasar la noche fumando.
Ella era el lazo que bailaba en el ventilador cuando el verano llegaba.
Yo, el trozo de lana que daba vueltas hasta quedar enredado con el que tenía al lado.
Ella colgaba de sus trenzas zapatillas de ballet.
Yo me encargaba de fusionar mis manos con las teclas de un piano.
Ella era la otra mitad de todas mis verdades, siempre dichas a medias.
Yo, lo cierto es que entonces ya había dejado de mentirle desde abril.
A ella, la llegué a querer tanto que perdí el recuento de minutos
al entrar en un cubículo de espejos, y me dejé guiar por sus labios.

Y es que cariño…
Te he dejado en casa papel de liar y yerba para un rato.
Ya sé que los finales son difíciles, pero piensa por todo lo que hemos pasado.
Y al respirar, no te ahogues, que he intentado dejarte tanto aire como he podido para suplantar los abrazos.