9 de mayo de 2016

Comedias

Bastan trece horas juntos para que perdamos el rumbo en este estrecho mundo. Y eso que ya sé que no soy nada. Y mucho menos para ti, que me dejaste caer desde tu azotea sin que te importara en absoluto.

Ahora estoy recomponiendo los pedazos rotos, todos ellos mojados porque desde hace una semana aquí no ha parado de llover. Entonces resbalo y me vuelvo a caer, que en ese piso tan alto me he dejado muchos besos y orgasmos por hacer, por lo que yo, inútil presa, vuelvo a subir para que a la mañana siguiente me empujes desde tu ventana a la calle sin aire que beber.

Así que para afrontar la situación giré sobre mí misma para ponerme al frente de la resignación. Lo único que olvidé fue que no puedes resignarte con la boca que te va a comer. Entonces me viene a la mente tu “devuélveme el polvo” minutos después de correrte, porque si por mí fuera, te devolvía hasta el mundo con tal de que me hubieras dado la vuelta justo a tiempo. De esa forma no habríamos girado cual peonza chocando contra gente, puertas y paredes aquel jueves; ni habríamos fumado tanto como para que la realidad se desvaneciera por si este entreacto no cesa; ni nos habríamos amado, aunque fuera en micro-momentos que duraron lo que tardé en decirte que sí, que me tenías entera para ti, porque a partir de ahí, toda ilusión, sentimiento o abrazo quedó en el mismo lado. Ese lado, que hace casi un año
                                                                                           he estado intentando
                                                                                                                    ordenar en vano.

Porque las ilusiones, se apagan.
Los sentimientos, se sufren.
Y los abrazos, solo pueden ser correspondidos
Si hay otra persona que los cuide.

"Un aplauso por todas las parejas que se aman en pleno miércoles por la Alameda de Hércules."


¿Por qué combatimos? - McEnroe /  Fake Plastic Trees - Radiohead

1 de mayo de 2016

Ausencias que yerman

Volver a hace un año, cuando aún estabas tú correteando estos pasillos cada vez que anti-solitario tú te quedabas solo. Volver a verte cual pelusa gris con garras y ojitos y nariz. Y esa orejita tuya que te cortaron cuando apenas eras un niño. Meneando tu cola y chocando con paredes y sillones y alféizares. Porque chocar no te importaba siempre que fuera por alguien que mereciera la pena.

A lo mejor el hecho de cambiar esos sillones medio rotos y gastados fue la razón por la que te pensaste ir. Quizá fue la desesperanza y tu corazón débil de tanto latir. Pero el hecho es que ya no estás. Y mucho menos en esas noches en las que te tirabas cual Mustafá entre mis piernas a dormir. O cuando llegaba algo ebria la noche de los sábadomingos y tú venías a chuperretearme la cara por si alguna lágrima se me escapaba, aunque luego fueras tú el que escapaba entre mis almohadas y prefirieras el abrigo de debajo de mi cama.

Es poca la gente que entiende de lo que hablo, porque hace un año estabas tú, y ahora solo quedan sombras distorsionadas en rincones geométricos que se vuelven esferas cuando bebo. Y es que sé que nadie conoce como yo tus uñas extrañas, ese lunar en la cima de la espalda, tu manera de estornudar cuando algo no te gustaba y mucho menos, nadie ha vuelto a correr a mis brazos nada más cruzar la entrada.

Pero desde entonces no he vuelto a subir esas escaleras que adorábamos subir los viernes hiciera frío o calor, nevara o lloviese. Desde entonces, llego a casa y solo me encuentro a la nada.