1 de mayo de 2016

Ausencias que yerman

Volver a hace un año, cuando aún estabas tú correteando estos pasillos cada vez que anti-solitario tú te quedabas solo. Volver a verte cual pelusa gris con garras y ojitos y nariz. Y esa orejita tuya que te cortaron cuando apenas eras un niño. Meneando tu cola y chocando con paredes y sillones y alféizares. Porque chocar no te importaba siempre que fuera por alguien que mereciera la pena.

A lo mejor el hecho de cambiar esos sillones medio rotos y gastados fue la razón por la que te pensaste ir. Quizá fue la desesperanza y tu corazón débil de tanto latir. Pero el hecho es que ya no estás. Y mucho menos en esas noches en las que te tirabas cual Mustafá entre mis piernas a dormir. O cuando llegaba algo ebria la noche de los sábadomingos y tú venías a chuperretearme la cara por si alguna lágrima se me escapaba, aunque luego fueras tú el que escapaba entre mis almohadas y prefirieras el abrigo de debajo de mi cama.

Es poca la gente que entiende de lo que hablo, porque hace un año estabas tú, y ahora solo quedan sombras distorsionadas en rincones geométricos que se vuelven esferas cuando bebo. Y es que sé que nadie conoce como yo tus uñas extrañas, ese lunar en la cima de la espalda, tu manera de estornudar cuando algo no te gustaba y mucho menos, nadie ha vuelto a correr a mis brazos nada más cruzar la entrada.

Pero desde entonces no he vuelto a subir esas escaleras que adorábamos subir los viernes hiciera frío o calor, nevara o lloviese. Desde entonces, llego a casa y solo me encuentro a la nada.

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