1 de noviembre de 2016

La Danseuse


A ella la conocí cuando estaba llegando a su final.
Y yo, ni siquiera me acercaba al principio.
Ella era todo aquello que siempre quise ser e incluso quizá, un poco más.
Yo, por aquel entonces, me sentía más bala que perdida.
Ella había buceado hasta el fondo de su ser y del mío en los días fríos.
Yo estaba comenzando a conocer a todos los personajes que llegaría a interpretar.
Ella era el movimiento en la amalgama de cuerpos en garitos poco transitados.
Yo, la música que escuchaba al llegar a casa tras pasar la noche fumando.
Ella era el lazo que bailaba en el ventilador cuando el verano llegaba.
Yo, el trozo de lana que daba vueltas hasta quedar enredado con el que tenía al lado.
Ella colgaba de sus trenzas zapatillas de ballet.
Yo me encargaba de fusionar mis manos con las teclas de un piano.
Ella era la otra mitad de todas mis verdades, siempre dichas a medias.
Yo, lo cierto es que entonces ya había dejado de mentirle desde abril.
A ella, la llegué a querer tanto que perdí el recuento de minutos
al entrar en un cubículo de espejos, y me dejé guiar por sus labios.

Y es que cariño…
Te he dejado en casa papel de liar y yerba para un rato.
Ya sé que los finales son difíciles, pero piensa por todo lo que hemos pasado.
Y al respirar, no te ahogues, que he intentado dejarte tanto aire como he podido para suplantar los abrazos.


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