17 de febrero de 2013

Errores

Sabes que algo va mal cuando giras la cabeza y como si nada hubiese cambiado, espero encontrarme tu bolígrafo verde fosforito en la mesa de al lado, con esa sucia cartuchera que tienes desde hace años y tus papeles desparramados; con tu bufanda a rayas descansando en el respaldo de la silla, o tus pañuelos tirados por la mesa cuando estabas resfriado. O cuando me giraba de pleno buscando a J. para ver por dónde iba y me veía loca para descifrar su letra. Siempre fue algo amorfa. O siquiera bajar esos escalones ahora extraños y esperar a verme de pleno con esa parejita inseparable, ella portando siempre sus sudaderas a colores y él con su chaqueta negra y converse.

Pero luego miro la mesa, y veo que está vacía, que no hay nadie. Y que vacía me quedé yo.

A veces me pregunto si en realidad es solo melancolía o son esperanzas muertas lo que me queda de esas mañanas. O si soy yo hablándome del pasado o si se quedó atrapado en un armario. O si me faltan esas paredes de asfalto con el viento revoloteando, o es porque el sueño se volvió rutinario.

Entonces abro los ojos y me doy cuenta que nada es tan extraño, que la tumba la cavé yo misma con mis manos. Pasado sin pasado enterrado en un verde rincón extraño. Cuántas peleas sacamos a base de abrazos y cuántas risas de llantos. Bajemos una vez más y que esa vez sea infinita, que ese rincón no nos lo quite nadie, hagamos que el pasado no sea pasado y dejemos que el presente fluya a su encanto. Que los días no pesen largos y las equivocaciones no sean en vano.



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