19 de septiembre de 2015

Delirios

El whisky bebido hace justamente treinta y seis minutos empieza a dejar de hacer efecto y ya sabes que eso no me gusta nada. Que sólo puedo decirte (y hacer) ciertas cosas cuando tengo en la sangre tal cantidad de alcohol que hace que sienta la piel acartonada. Así que ahí va mi tanda de versos malditos guardados durante meses:

Y es que hoy me he vuelto a rizar el pelo, y a dejar largo el viaje a un norte que sólo está donde tú vayas.

Le he puesto tapa dura al libro, enlazado con lazos serpiente sin final ni presente, porque el ayer no sé dónde lo dejé.

 Y escuchar ciertas canciones en acústico con sólo una guitarra hace que grites tan bajito que apenas se te oiga en el Edén.

Hace horas que quiero vengas conmigo a Madrid y que nos podamos despedir de una vez por todas. O que te despidas de ellos conmigo. Ya me da igual. Ya me es lo mismo.

Dedícame al menos dos frases. Sólo con eso es suficiente, de verdad. Te lo digo desde el fondo del vientre y del frío de mi diciembre.



Puntos suspensivos – Vetusta Morla

No hay comentarios:

Publicar un comentario