20 de febrero de 2014

Realidad modificada

No te das cuenta de lo mucho que significan las palabras para ti hasta que ves que las lágrimas se deslizaron por tu mejilla, goteando hasta tu pecho y acabaron resbalando. Entonces es cuando te fijas en el reloj y ves que has llorado durante horas por las verdades que leías pero que no eran tuyas, porque todo lo que habías leído era tu verdadero yo. Aquel que siempre se esconde, el que de verdad se hace pedacitos de dolor. El que sabe a quién amas realmente y a quién no. El que te grita por ser una hipócrita. El que no te deja tranquila en los sueños. El que habla mucho más claro de lo que lo has hecho aquí ahora.

Y la verdad es que soy esa persona que vive encerrada en el pasado, del recuerdo constante, la que no para de escuchar canciones que le duelen en el alma porque son la banda sonora de su vida. Soy un conjunto de sueños a medias por culpa de ese miedo y ese orgullo. Soy un puñado de experiencias sin orden. Te conozco, me gustas, te gusto, te ignoro, me enamoras, me ignoras, te quiero, me dejas, te dejo, me quieres, me confundes, te alejas, lo dejo… Un círculo obsesivo en el que siempre acabas tirada en la cama, con el piano resonando en tu cabeza y con las lágrimas a punto de ser desbordadas.

La prosa con toques de verso, pero sin métrica alguna. Olores que te consumen poco a poco, como el de un cigarrillo mal apagado. O frases que catalogas en las etapas tu vida como minuteros. Y acabas loca, como drogada, en esas horas de la noche en las que ves la realidad modificada. 

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