31 de marzo de 2014

Indultos y engaños

Que alguien me explique qué tienen tus ojos que hipnotizan y casi dejan ciega, porque no hay vez que el sol empiece a caer y no te alumbre como si tuvieras aurora. Me atrevería  a decir aurora boreal incluso, circulando por tu piel y tus venas. ¿De qué estas hecho hombre? ¿Cuál es el secreto de tanto encanto?

Que no hay vez que pases a mi lado y el escalofrío se pierda en mi espalda.
Que no hay vez que tus ojos me miren y me besen sin quererlo.
Que no hay vez que te gires y yo sonría sin pensarlo.
Que no hay vez que tus brazos me abracen y no guarde el impulso de pedirte que huyamos.

Sé que el único camino para llegar hasta tu alma es volver a mirarte como la primera y última vez, una y otra vez. A ver si así te enteras que por muchos eones, por mucha erosión, por muchas piedras que nos tiremos, el agua seguirá circulando entre este desierto de arena y hierba que regamos según suba o baje la marea. Porque en este río el agua depende de lo que le llovamos encima, por las noches, a escondidas, en el barco de nuestra bahía. Porque las bahías de los sordos siempre aparecen en noches como esta, en la que no hay más luz que la envuelta entre cristal y cables.


Aunque reducido el daño, el indulto se somete a engaño. 

The box - Damien Rice

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