9 de marzo de 2014

Satelles y Ventus

Y tú, mi amada, mi lucero, la que me mira, mi sonrisa. ¿A qué viene tanto escondite si desde mi cama te veo? Deja de esconderte tras los árboles y las nubes y en el cielo, que sé que me espías mientras duermo. Que te gusta verme llover y observar cómo...

A veces conseguía olvidarme de él.

Entonces un gélido viento le rozaba y un frío eterno le atravesaba el alma. Lo mismo así el recuerdo le despertaba.

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