14 de julio de 2014

Humo de cigarros

No hay derecho a que todas las palabras se me ahoguen en los vasos cada noche. O cada mañana. Ya apenas sé distinguir la luz que se filtra por las persianas.

El tiempo pasa deprisa y lento a la vez, como cuando te despiertas un domingo soñoliento sin saber muy bien qué hora es, o la hora que fue cuando dormiste por última vez. La relatividad depende de dónde esté el sistema de referencia, y el mío pareció perderse por el infierno. Que lo busque Dante si quiere, que yo me quedo con mi estanque.


Pero ante todo, no hay razón para que después de todo lo que perdí esa noche, deje de escuchar. Incluso si todo está tan mudo que los tímpanos revienten de tanto ruido afónico y yo me calle no sea que me pierda alguna nota si es que alguna vez sale. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario