1 de mayo de 2014

Tres gotas de nieve

Ya es hora de plantarle cara a todo este asunto. No tengo que tener(me) miedo, ahora sí que no. Y es que fue ese "No" lo que me mantuvo despierta y dormida a la vez, en esa oniria insomne que solo conocemos los dos.

Lágrimas arriba, mis manos descansando. Después de ese día, ¿qué se le puede pedir al aire? Si nunca fui muy valiente para asfixiarme, ¿cómo conseguí salvarme? Porque en las luces y en el cielo vi reflejado un sueño lejano, con esas canciones silbando como nanas que nunca se acaban y entonces acabé contigo, que fue lo más extraño. 

Cristales que se metamorfosean en ojos y mis pies helados por debajo. A veces me pasa que estoy tendida en cualquier cama y empiezo a temblar sin razón. No es algo que pueda controlar, lo juro, no supe cómo comportarme hasta que todo oscureció. Solo entonces es cuando se me ocurre decir cualquier chorrada, de estas que no piensas y no sabes cómo acaban. 

Entonces poco a poco tu y yo, así, lentos, gratos, casi soñando pero sin querer soñarnos, porque sino sabemos que lo perdemos todo a una mano. Es como suceden las cosas, no sé ni lo que hablamos pero me acerqué a ti, sin esperar respuesta alguna o un final feliz. O sin saber si sería un simple fin. Y comienza creciendo un algo que ya es imposible pararlo, porque las puertas fueron destruidas y no hay pared en la que estés a salvo. Diciendo frases sin sentido por si acaso, con el recuerdo de tus manos jugando con mis manos, aunque, qué digo recuerdos, aquello de verdad estaba pasando.

Los fantasmas nos volvimos nosotros en esa cama, donde hace ya algún tiempo nunca pude decirle al mundo algo sincero, donde dejábamos que el incendio creciera y se quedara dentro, donde el verano nunca llegó a vencer a ese eterno invierno, y sinceramente, no sé cómo llegamos a esto. 

¿Fuiste tú o fui yo? Lo más seguro es que fuéramos los dos, porque ambos sabíamos que en cuanto bajara de ese tren las pavesas renacerían de esa escarcha y sería cuestión de tiempo que esto pasara. Que tu estuvieras  ahí no fue azar o las ganas, quizás estaba predicho por algún hombre del tiempo que yo lloviera en tu almohada y tu vinieras a salvarme a altas horas . Quizás nada de aquello fue real, y fueron solo ilusiones ópticas y mis ojos ciegos de tanto calor. Simplemente créeme que nunca dije algo tan de corazón. Créeme si digo que...

Promise - Ben Howard

1 comentario:

  1. Joder, Nana. Quiero un maldito autógrafo...

    PD: Cada día te superas más, para de ponerme los vellos de punta.

    ResponderEliminar