15 de octubre de 2014

Marido de cama

Hace meses que no sé nada de aquella que fue musa durante años. Aún hoy sigo sin entender por qué vuelves a aparecer por mi mente a estas horas tan tardes, pero lo importante es que una parte tuya volvió a mí.

–A veces no llego a comprender cómo soportas ser como eres. Siempre tan desastre. Siempre tan de dormir con cualquiera sin que te importe.

-No es cuestión de importancia o que sea una cosa u otra -formulaste con tu respiración a tres milímetros de mí.

-¿Qué es entonces?

-Supongo que la hipocresía del mundo –dijiste con una sensatez hasta entonces desconocida-. O supongo que no tengo los complejos que tiene la gente para hacer ese tipo de cosas. Ya sabes, todos muy de “vive la vida” y luego no son capaces ni de salir de sus casas para soltar cuatro frases de verdad. Pues lo mismo en el amor. Es todo una falsa, un teatro creado a base de poesía barata y estereotipos que nos vende la televisión.

- Ya… está todo muy prefabricado.

- Exacto. Si te digo la verdad, yo creo que si me caso será en una cama. No, no me refiero a casarme con la cama como dicen todos los gilipollas en rebaño, me refiero a casarme en la cama. Imagínatelo, sería la cosa más maravillosa del mundo.

-Explícate, mi cabeza no está para muchas metáforas a estas horas.

- No hablo de metáforas baka, te estoy hablando en serio. No, no te rías. Piénsalo. Yo creo que la gente solo es sincera cuando está tendida en la cama, de verdad. A lo mejor es porque en el colchón descansa nuestro cuerpo y en la almohada las esperanzas, no sé. Quizás sea porque con las sábanas todos nos sentimos más protegidos del mundo y cuando estamos con el pijama puesto nos creemos más capaces de hacer que los sueños come true. Ya sabes de lo que hablo. La gente dice que es al revés, que es en las camas donde más se miente: “no pares”, “te quiero más que a nadie”, “mañana se hablará” y al final nunca se habla nada, o lo mismo “que no pasa nada, que con condón no se siente nada”. Y nada, supongo que llevarán razón, pero yo quiero creer que no. Que casarme en una cama es lo mejor. Ser marido y mujer de cama. Luego por la casa ni te miro ni me visto, ¿para qué? Y así todas las noches serían nuestra luna de miel. Todas salvo el domingo. El domingo queda excluso. El domingo le obligaría a hacer la vida en la cama. Como lo oyes, comer y beber, escribir y leer, besarnos e ignorarnos, todo en una plataforma de ciento sesenta por doscientos comprada en el IKEA con unas mantas de los chinos. Y lo bonitas y naturales que quedarían las fotos de la boda, los dos desnudos, sin nada puesto porque vestirnos de traje sería muy cliché. Lo mejor de todo es que solo tendríamos que sernos fieles en la cama, y claro, fuera de ella la cosa cambia. Podrías tener cien mil amantes que no pasaría nada. Y me los podría follar a todos en la cocina, en el sofá, por las esquinas. Pero en la cama no. La cama ni mirarla, ni pensarla, ni imaginarla. La cama es sagrada. Eso sí que sería vida.

-Ahora estamos en una cama.

Ella asintió.

-¿Quieres ser mi mujer de cama esta noche?

Y ella aceptó.



Tell me if you wanna go home - Keira Knightley

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