5 de octubre de 2014

Ojitos negros

Mírale ahí, con su carita de “solo pienso ir si me das algo que comer y al resto que le den”. Te lo digo y no me lo pienso.

- Sí, sí, está mejor ese.

Hay veces que una dice las cosas sin pensar, como si tuviera el piloto automático encendido y en su cabeza se van alternando las imágenes una tras otra, con pausas de tres segundos creo. Y la felicidad me parece recordar que dijeron también que solo duraba tres segundos y un suspiro, ¿o era lo que se tarda en coger el segundo tren? Porque en el primero solo hay miedos o esperanzas, o ambos y algo que en el fondo nos falta. Llámalo como quieras, como algo que empieza con la c, no sé.


El caso es que él estaba ahí sentado con cara dormilona y yo sin saber qué hacer. Que es pensar que ya mismo las hojas caducas van cayendo y soy yo la caigo en este infierno, porque ¿Qué será de mí sin tener a nadie que pasear en tardes crepusculares cuando el sol tiñe todo de canela y chocolate? Es así, en este pueblo escaleno llega octubre y solo puedes decir que se huele a amarillos, rojos e incluso a rosas purpúreos a medida que la noche va entrando. Que baja el sol y las ramas danzan al son del viento. Pero ya no, ya no habrás más tardes crepusculares ni vientos que nos alcancen. Solo quedará un recuerdo diminuto para todo el mundo y enorme para el resto, que papá dijo que ya mismo llega la navidad y ahí son todo alegrías y festejos,  y que lo que haya pasado hasta entonces quedará muy lejos y poco a poco casi ni lo recordaremos. 


Two trees - Ludovico Einaudi

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